Hugo Muñoz, mejor conocido como “Pitillo”, es ese encantador payaso que ha hecho reír a todos aquellos que han tenido la oportunidad de visitar el circo Tihany. Son más de diez años los que lleva interpretando a este personaje, lleno de originalidad, gracia y sobre todo, nobleza
Texto/fotos: Jenny Lynn Mendoza
jennypaty@gmail.com
Cuando se escucha a alguien decir “trabajar en un circo es parte de mi vida”, es inevitable pensar de inmediato ¡cuánta pasión! y es que el trabajo bajo las carpas no es nada fácil. Horas de ensayo, tiempo alejado de la familia, viajes constantes y compañeros que no hablan el mismo idioma, son apenas algunos de los detalles que convierten este oficio en una verdadera vocación.
Pero para Pitillo eso no es problema alguno. Según él, cada día es distinto y cada función trae consigo cosas nuevas y anécdotas inesperadas. “No hay mayor placer para el payaso, el cómico, el humorista, que estar rodeado de una muchedumbre que se quiera reír contigo”, dice con una gran sonrisa.
Es peruano de nacimiento y Licenciado en Ciencias de la Comunicación, pero se inició como payaso hace diez años, precisamente en Venezuela en un circo llamado Roland. Su padre también era payaso y llevaba el mismo nombre. Ya tiene tres años trabajando para Tihany y sin titubear asegura que “la gente quiere disfrutar; gente que tiene sus problemas, dilemas, y la magia de esto es que los puedas dejar en casa y puedas reírte a carcajadas de alguien que no conoces, que nunca has visto en tu vida y que lo sientas como un amigo, como un pariente”.
Para quienes no lo saben, Tihany es un concepto totalmente diferente que cuenta con 50 años de trayectoria. Este espectáculo bajo las carpas es sin duda maravilloso, es prácticamente un teatro lleno de magia y música, donde el público resulta gratamente sorprendido a cada instante; pero cada vez que Pitillo aparece, es el momento justo cuando quizás dejan de asombrarse para comenzar a reír sin parar.
Con respecto al proceso de maquillaje, este simpático personaje explica que es algo sencillo, “me demoro algo así como lo que pueden tardarse las mujeres”. Al preguntarle acerca del talento que demuestra en escena con un sinfín de instrumentos, cuenta que “país al que voy llegando los voy comprando, de hecho ya compré un cuatro acá en Venezuela, voy comprando instrumentos y los voy aprendiendo”.
De forma irónica, durante esta entrevista, Hugo Muñoz confesó que no le gustan los payasos. “Ha cambiado el trabajo artístico de los payasos, antes eran muchos y se pintaban mucho y gritaban mucho, ahora no, es uno solo, de hecho no hablo, ni grito, ha cambiado y es que honestamente a mí no me gustan los payasos”.
“En el fondo todos los payasos lo que hacemos es exagerar nuestros aspectos propios y enfocarlos en un personaje anónimo, en sí el personaje no es un invento, (…) uno trata de hacer una extensión de sí mismo, somos reflejo de nosotros mismos”.
Cada país es distinto, y en parte es la gastronomía la que hace a cada zona un espacio particular. Pitillo ha viajado por muchos países y por ende ha probado platos de todo tipo, pero confiesa que de Venezuela le encantan las arepas y las cachapas. “Me gusta que comen todo con contorno, de hecho empiezo a comer, comienzo por el contorno y no llego a la comida, al final voy a la carne y ya me llené”.
“Hasta ahora yo he disfrutado mucho Valencia, es un público acostumbrado al espectáculo, al show, entonces es agradable para un artista encontrar personas que están capacitadas para entenderlo. Es una gente que consume espectáculo y sabe digerirlo, degustarlo, es bonito encontrar a quienes tienen el código para entenderte, que tú puedas mover un dedo y reaccionen”, comentó.
Cuando se le pide que hable acerca de lo más difícil de su trabajo, de inmediato bromea interrumpiendo “¡cuando me vienen hacer entrevistas al camerino! mentira (risas), lo más difícil es combatir la rutina, la parte simple de esto es de la cortina para adentro, la parte difícil es la rutina. Tres funciones diarias, que se te dañe el aire acondicionado y ser espontáneo todos los días ante mil personas y también ante diez personas, porque no se sabe, quizás mañana hay una función con poca gente, y ahí es donde se ven los artistas también, en todas las circunstancias”.
Aunque sin duda es una labor ardua, prácticamente Pitillo nunca dejó de sonreír durante la entrevista. Su trabajo es impecable, original y lleno de alegría, pero hay algo más detrás de esa sonrisa, y es que transmite mucha ternura y bondad, unido a ese talento nato y capacidad de hacer reír sin siquiera pronunciar una palabra.